Pablo Neruda -El padre brusco- |
viernes, 18 de febrero de 2005 |
El padre brusco
El padre brusco vuelve de sus trenes: reconocimos en la noche el pito de la locomotora perforando la lluvia con un aullido errante, un lamento nocturno, y luego la puerta que temblaba: el viento en una ráfaga entraba con mi padre y entre las dos pisadas y presiones la casa se sacudía. Las puertas asustadas se golpeaban con seco disparo de pistolas, las escalas gemían y una alta voz recriminaba, hostil, mientras la tempestuosa sombra, la lluvia como catarata despeñada en los techos ahogaba poco a poco el mundo y no se oía nada más que el viento peleando con la lluvia. Sin embargo, era diurno. Capitán de su tren, del alba fría, y apenas despuntaba el vago sol, allí estaba su barba, sus banderas verdes y rojas, listos los faroles, el carbón de la máquina en su infierno, la Estación con los trenes en la bruma y su deber hacia la geografía. El ferroviario es marinero en tierra y en los pequeños puertos sin marina -pueblos del bosque- el tren corre que corre desenfrenando la naturaleza, cumpliendo su navegación terrestre. Cuando descansa el largo tren se juntan los amigos, entran, se abren las puertas de mi infancia, la mesa se sacude, al golpe de una mano ferroviaria chocan los gruesos vasos del hermano y destella el fulgor de los ojos del vino. Mi pobre padre duro allí estaba, en el eje de la vida, la viril amistad, la copa llena. Su vida fue una rápida milicia y entre su madrugar y sus caminos, entre llegar para salir corriendo, un día con más lluvia que otros días el conductor José del Carmen Reyes subió al tren de la muerte y hasta ahora no ha vuelto.
The blunt father
My blunt father comes back from the trains. We recognize in the night the whistle of the locomotive perforating the rain with a wandering moan lament of the night, and later the door shivering opens. A rush of wind came in with my father, And between footsteps and drafts The house shook. The surprised doors banged with the dry Bark of pistols, the staircase groaned, And a loud voice, complaining, grumbled While in the wild dark, the waterfall rain Rumbled on the roofs And, little by little, drowned the world And all that could be heard was the wind Battling with the rain. He was, however, a daily happening. Captain of his train, of the cold dawn, And scarcely had the sun Begun to show itself Than there he was with his beard, His red and green flags, his lamps prepared, The engine coal in its little inferno, The station with trains in the mist, And his duty to geography. The railwayman is a sailor on earth And in the small ports without a sea line- The forest towns- the train runs, runs, Unbridling the natural world, Completing its navigation of the earth. When the long train comes to rest, Friends come together, Come in, and the doors of my childhood open, The table shakes At the slam of a railwayman’s hand, The thick glasses of companions jump And the glitter flashed out from the eyes of the wine. My poor, hard father, there he was at the axis of existence, virile in friendship, his glass full. His life was a running campaign, And between his early rising and his traveling, Between arriving and rushing off, One day, rainier than other days, The railwayman, José del Carmen Reyes, Climbed aboard the train of death, and so far has not come back.
Translated by Alastair ReedEtiquetas: Pablo Neruda |
posted by Bishop @ 2:01 |
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