Pablo Neruda -Oda al caldillo de congrio- |
lunes, 21 de marzo de 2005 |
Oda al caldillo de congrio En el mar tormentoso de Chile vive el rosado congrio, gigante anguila de nevada carne. Y en las ollas chilenas, en la costa, nació el caldillo grávido y suculento, provechoso. Lleven a la cocina el congrio desollado, su piel manchada cede como un guante y al descubierto queda entonces el racimo del mar, el congrio tierno reluce ya desnudo, preparado para nuestro apetito. Ahora recoges ajos, acaricia primero ese marfil precioso, huele su fragancia iracunda, entonces deja el ajo picado caer con la cebolla y el tomate hasta que la cebolla tenga color de oro. Mientras tanto se cuecen con el vapor los regios camarones marinos y cuando ya llegaron a su punto, cuando cuajó el sabor en una salsa formada por el jugo del océano y por el agua clara que desprendió la luz de la cebolla, entonces que entre el congrio y se sumerja en gloria, que en la olla se aceite, se contraiga y se impregne. Ya sólo es necesario dejar en el manjar caer la crema como una rosa espesa, y al fuego lentamente entregar el tesoro hasta que en el caldillo se calienten las esencias de Chile, y a la mesa lleguen recién casados los sabores del mar y de la tierra para que en ese plato tú conozcas el cielo.
Ode to conger chowder
In the storm-tossed Chilean sea lives the rosy conger, giant eel of snowy flesh. And in Chilean stewpots, along the coast, was born the chowder, thick and succulent, a boon to man. You bring the Conger, skinned, to the kitchen (its mottled skin slips off like a glove, leaving the grape of the sea exposed to the world), naked, the tender eel glistens, prepared to serve our appetites. Now you take garlic, first, caress that precious ivory, smell its irate fragrance, then blend the minced garlic with onion and tomato until the onion is the color of gold. Meanwhile steam our regal ocean prawns, and when they are tender, when the savor is set in a sauce combining the liquors of the ocean and the clear water released from the light of the onion, then you add the eel that it may be immersed in glory, that it may steep in the oils of the pot, shrink and be saturated. Now all that remains is to drop a dollop of cream into the concoction, a heavy rose, then slowly deliver the treasure to the flame, until in the chowder are warmed the essences of Chile, and to the table come, newly wed the savors of land and sea, that in this dish you may know heaven.
Translated by Margaret Sayers PedenEtiquetas: Pablo Neruda |
posted by Bishop @ 23:00 |
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