Pablo Neruda -Oda a la tormenta- |
lunes, 21 de marzo de 2005 |
Oda a la tormenta Anoche vino ella, rabiosa, azul, color de noche, roja, color de vino, la tempestad trajo su cabellera de agua, ojos de frío fuego, anoche quiso dormir sobre la tierra. Llegó de pronto recién desenrollada desde su astro furioso, desde su cueva celeste, quería dormir y preparó su cama, barrió selvas, caminos, barrió montes, lavó piedras de océano, y entonces como si fueran plumas removió los pinares para hacerse su cama. Sacó relámpagos de su saco de fuego, dejó caer los truenos como grandes barriles. De pronto fue silencio: una hoja iba sola en el aire, como un violín volante, entonces, antes de que llegara al suelo, tempestad, en tus manos la tomaste, pusiste todo el viento a soplar su bocina, la noche entera a andar con sus caballos, todo el hielo a silbar, los árboles salvajes a expresar la desdicha de los encadenados, la tierra a gemir como madre pariendo, de un solo soplo escondiste el rumor de la hierba o las estrellas, rompiste como un lienzo el silencio inactivo, se llenó el mundo de orquesta y furia y fuego, y cuando los relámpagos caían como cabellos de tu frente fosfórica, caían como espadas de tu cintura guerrera, y cuando ya creíamos que terminaba el mundo, entonces, lluvia, lluvia, sólo lluvia, toda la tierra, todo el cielo reposaban, la noche se desangró cayendo sobre el sueño del hombre, sólo lluvia, agua del tiempo y del cielo: nada había caído, sino una rama rota, un nido abandonado.
Con tus dedos de música, con tu fragor de infierno, con tu fuego de volcanes nocturnos, jugaste levantando una hoja, diste fuerza a los ríos, enseñaste a ser hombres a los hombres, a temer a los débiles, a llorar a los dulces, a estremecerse a las ventanas, pero cuando ibas a destruirnos, cuando como cuchilla bajaba del cielo la furia, cuando temblaba toda la luz y la sombra y se mordían los pinos aullando junto al mar en tinieblas, tú, delicada tempestad, novia mía, furiosa no nos hiciste daño: regresaste a tu estrella y lluvia, lluvia verde, lluvia llena de sueños y de gérmenes, lluvia preparadora de cosechas, lluvia que lava el mundo, lo enjuga y lo recrea, lluvia para nosotros y para las semillas, lluvia para el olvido de los muertos y para nuestro pan de mañana, eso sólo dejaste, agua y música, por eso, tempestad, te amo, cuenta conmigo, vuelve, despiértame, ilumíname, muéstrame tu camino para que a ti se junte y cante con tu canto la decidida voz tempestuosa de un hombre.
Ode to the storm
Last night she came, livid, night-blue, wine-red: the tempest with her hair of water, eyes of cold fire- last night she wanted to sleep on earth. She came all of a sudden newly unleashed out of her furious planet, her cavern in the sky; she longed for sleep and made her bed: sweeping jungles and highways, sweeping mountains, washing ocean stones, and then as if they were feathers, ravaging pine trees to make her bed. She took the lightning from her quiver of fire, dropped thunderclaps like great barrels. All of a sudden there was a silence: a single leaf gliding on air like a flying violin- then, before it touched the earth, you took it in your hands, great storm, put all your winds to work blowing their horns, set the whole night galloping with its horses, all the ice whistling, the wild trees groaning in misery like prisoners, the earth moaning, a woman giving birth, in a single blow you blotted out the noise of grass or stars, tore the numbed silence like a handkerchief- the world filled with sound, fury and fire, and when the lightning flashes fell like hair from your shining forehead, fell like swords from your warrior's belt and when we were about to think that the world was ending, then, rain, rain, only rain, all earth, all sky, at rest, the night fell, bleeding to death on human sleep, nothing but rain, water of time and sky: nothing had fallen except a broken branch, an empty nest. With your musical fingers, with your hell-roar, your fire of volcanoes at night, you played at lifting a leaf, gave strength to rivers, taught men to be men, the weak to fear, the tender to cry, the windows to rattle- but when you prepared to destroy us, when like a dagger fury fell from the sky, when all the light and shadow trembled and the pines devoured themselves howling on the edge of the midnight sea, you, delicate storm, my betrothed, wild as you were, did us no wrong: but returned to your star and rain, green rain, rain full of dreams and seeds, mother of harvests rain, world-washing rain, draining it, making it new, rain for us men and for the seeds, rain for the forgetting of the dead and for tomorrow's bread- only the rain you left behind, water and music, for this, I love you storm, reckon with me, come back, wake me up, illuminate me, show me your path so that the chosen voice, the stormy voice of man may join and sing your song with you.Etiquetas: Pablo Neruda |
posted by Bishop @ 23:45 |
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