Pablo Neruda -Los Libertadores- |
lunes, 30 de mayo de 2005 |
Los Libertadores
Aquí viene el árbol, el árbol de la tormenta, el árbol del pueblo. De la tierra suben sus héroes como las hojas por la savia, y el viento estrella los follajes de muchedumbre rumorosa, hasta que cae la semilla del pan otra vez a la tierra.
Aquí viene el árbol, el árbol nutrido por muertos desnudos, muertos azotados y heridos, muertos de rostros imposibles, empalados sobre una lanza, desmenuzados en la hoguera, decapitados por el hacha, descuartizados a caballo, crucificados en la iglesia.
Aquí viene el árbol, el árbol cuyas raíces están vivas, sacó salitre del martirio, sus raíces comieron sangre y extrajo lágrimas del suelo: las elevó por sus ramajes, las repartió en su arquitectura. Fueron flores invisibles, a veces, flores enterradas, otras veces iluminaron sus pétalos, como planetas.
Y el hombre recogió en las ramas las caracolas endurecidas, las entregó de mano en mano como magnolias o granadas y de pronto, abrieron la tierra, crecieron hasta las estrellas.
Éste es el árbol de los libres. El árbol tierra, el árbol nube, el árbol pan, el árbol flecha, el árbol puño, el árbol fuego. Lo ahoga el agua tormentosa de nuestra época nocturna, pero su mástil balancea el ruedo de su poderío.
Otras veces, de nuevo caen las ramas rotas por la cólera y una ceniza amenazante cubre su antigua majestad: así pasó desde otros tiempos, así salió de la agonía hasta que una mano secreta, unos brazos innumerables, el pueblo, guardó los fragmentos, escondió troncos invariables, y sus labios eran las hojas del inmenso árbol repartido, diseminado en todas partes, caminando con sus raíces. Éste es el árbol, el árbol del pueblo, de todos los pueblos de la libertad, de la lucha.
Asómate a su cabellera: toca sus rayos renovados: hunde la mano en las usinas donde su fruto palpitante propaga su luz cada día. Levanta esta tierra en tus manos, participa de este esplendor, toma tu pan y tu manzana, tu corazón y tu caballo y monta guardia en la frontera, en el límite de sus hojas.
Defiende el fin de sus corolas, comparte las noches hostiles, vigila el ciclo de la aurora, respira la altura estrellada, sosteniendo el árbol, el árbol que crece en medio de la tierra.
The Liberators
Here comes the tree, the tree of the storm, the tree of the people. Its heroes rise up from the earth as leaves from the sap, and the wind spangles the whispering multitude's foliage, until the seed falls again from the bread to the earth. Here comes the tree, the tree nourished by naked corpses, corpses scourged and wounded, corpses with impossible faces, impaled on spears, reduced to dust in the bonfire, decapitated by ax, quartered by horse, crucified in church. Here comes the tree, the tree whose roots are alive, it fed on martyrdom's nitrate, its roots consumed blood, and it extracted tears from the soil: raised them through its branches, dispersed them on its architecture. They were invisible flowers- sometimes, buried flowers, other times they illuminated its petals, like planets. And in the branches mankind harvested the hard corollas, passed them from hand to hand like magnolias or pomegranates, and suddenly, they opened the earth, gew up to the stars. This is the tree of the emancipated. The earth tree, the cloooud tree, The bread tree, the arrow tree, the fist tree, the firee tree. The stormy water of our nocturnal epoch floods it, but its mast balances the arena of its might. At times, the branches broken by wrath fall again, and a foreboding ash covers its ancient majesty: just as it survived times past, so too it rose from agony until a secret hand, countless arms, the people, preserved the fragments, hidd invariable trunks, and their lips were the leaves of the immense divided tree, disseminated everywhere, walking with its roots. This is the tree, the tree of the people, of all peoples struggling for freedom. Look at its hair: toouch its rennewed rays: plunge your hands intto the factories where its pulsing fruit propagates its light each day. Raise this earth in your hands, partake of this splendor, take your heart and your horse and mount guard on tthe frontier, at the limits of its leaves. Defend the detiny of its corollas, share the hostile nights, guarrd the cycle of the dawn, breathe in the sstarry heights, sustaining the tree, the tree that grows in the middle of the earth.Etiquetas: Pablo Neruda |
posted by Bishop @ 11:40 |
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