La tierra de Alvargonzález
Los asesinos
I Juan y Martín, los mayores de Alvargonzález, un día pesada marcha emprendieron con el alba, Duero arriba. La estrella de la mañana en el alto azul ardía. Se iba tiñendo de rosa la espesa y blanca neblina de los valles y barrancos, y algunas nubes plomizas a Urbión, donde el Duero nace, como un turbante ponían. Se acercaban a la fuente. El agua clara corría, sonando cual si contara una vieja historia, dicha mil veces y que tuviera mil veces que repetirla. Agua que corre en el campo dice en su monotonía: Yo sé el crimen, ¿no es un crimen, cerca del agua, la vida? Al pasar los dos hermanos relataba el agua limpia: «A la vera de la fuente Alvargonzález dormía».
II —Anoche, cuando volvía a casa— Juan a su hermano dijo—, a la luz de la luna era la huerta un milagro. Lejos, entre los rosales, divisé un hombre inclinado hacia la tierra; brillaba una hoz de plata en su mano Después irguióse y, volviendo el rostro, dio algunos pasos por el huerto, sin mirarme, y a poco lo vi encorvado otra vez sobre la tierra. Tenía el cabello blanco. La luz llena brillaba, y era la huerta un milagro.
III Pasado habían el puerto de Santa Inés, ya mediada la tarde, una tarde triste de noviembre, fría y parda. Hacia la Laguna Negra silenciosos caminaban.
IV Cuando la tarde caía, entre las vetustas hayas, y los pinos centenarios, un rojo sol se filtraba. Era un paraje de bosque y peñas aborrascadas; aquí bocas que bostezan o monstruos de tierras garras; allí una informe joroba, allá una grotesca panza, torvos hocicos de fieras y dentaduras melladas, rocas y rocas, y troncos y troncos, ramas y ramas. En el hondón del barranco la noche, el miedo y el agua.
V Un lobo surgió, sus ojos lucían como dos ascuas. Era la noche, una noche húmeda, oscura y cerrada. Los dos hermanos quisieron volver. La selva ululaba. Cien ojos fieros ardían en la selva, a sus espaldas.
VI Llegaron los asesinos hasta la Laguna Negra, agua transparente y muda que enorme muro de piedra, donde los buitres anidan y el eco duerme, rodea; agua clara donde beben las águilas de la sierra, donde el jabalí del monte y el ciervo y el corzo abrevan; agua pura y silenciosa que copia cosas eternas; agua impasible que guarda en su seno las estrellas. ¡Padre!, gritaron; al fondo de la laguna serena cayeron, y el eco ¡padre! repitió de peña en peña.
The land of Alvargonzález
The murderers
1 Juan and Martín, the elder Alvargonzález brothers go on a grim journey at dawn to the upper Duero. The morning star is burning in high blue. The white and dense mist of the valleys and ravines is gradually dyed pink, and some leaden clouds by Urbi'n where the Duero starts place a turban on the peak. They come near the spring. The water is racing bright, sounding as if it were telling an old story, a tale told a thousand times, and told a thousand times again: “I know the crime. A crime beside the water? A life.” As the two brothers near, the pristine water relates: “At the edge of the spring Alvargonzález was sleeping.”
2 'Last night, when I got back to the house, Juan tells his brother, ' under the moon I saw a miracle in the orchard. Far off, among the rose trees I made out a man leaning toward the earth. His silver hoe was glistening in his hand. Then he stood up and turned his face, took a few steps in the garden, not looking at me, and soon I saw him hunched over the earth again. His hair was all white. A miracle in the orchard.
3 They walk down from the pass of Santa Inés, the afternoon half gone, a filthy evening in November, cold and dull. Toward Laguna Negra they are walking in silence.
4 When dusk comes on through the venerable beeches and centenary pines, the red sun filters away. There is a patch of woods and jutting cliffsides: Here are yawning mouths or monsters with iron claws; here, a shapeless hunchback, there, a grotesque belly. Steel snouts of wild beasts and cracked false teeth, rocks and rocks, trunks and trunks, branches and branches. In the depth of the canyon night, terror and water.
5 A wolf emerges, its eyes shining like two hot embers. It is night, a rainy, dark and enveloping night. The two brothers want to go back. The forest howls. A hundred wild beasts in the forest burn at their backs
6 The two murderers reach Laguna Negra, transparent and still water, an enormous wall of stone where the vultures nest and echo sleeps and circles; bright water where the eagles of the sierra drink, where the wild mountain boar, stag and doe drink together. Pure and silent water copies eternal things. The indifferent water holds the stars in its heart. “Father,” they scream. Down to the bottom of the serene pool they fall. The echo father! booms from boulder to boulder.
Translated by Willis Barnstone Etiquetas: Antonio Machado |