Los sueños dialogados
I ¡Cómo en el alto llano tu figura se me aparece!... Mi palabra evoca el prado verde y la árida llanura, la zarza en flor, la cenicienta roca.
Y al recuerdo obediente, negra encina brota en el cerro, baja el chopo al río; el pastor va subiendo a la colina; brilla un balcón de la ciudad: el mío,
el nuestro. ¿Ves? Hacia Aragón, lejana, la sierra de Moncayo, blanca y rosa... Mira el incendio de esa nube grana,
y aquella estrella en el azul, esposa. Tras el Duero, la loma de Santana se amorata en la tarde silenciosa.
II ¿Por qué, decísme, hacia los altos llanos, huye mi corazón de esta ribera, y en tierra labradora y marinera suspiro por los yermos castellanos?
Nadie elige su amor. Llevóme un día mi destino a los grises calvijares donde ahuyenta al caer la nieve fría las sombras de los muertos encinares.
De aquel trozo de España, alto y roquero, hoy traigo a ti, Guadalquivir florido, una mata del áspero romero.
Mi corazón está donde ha nacido, no a la vida, al amor, cerca del Duero... ¡El muro blanco y el ciprés erguido!
III Las ascuas de un crepúsculo, señora, rota la parda nube de tormenta, han pintado en la roca cenicienta de lueñe cerro un resplandor de aurora.
Una aurora cuajada en roca fría que es asombro y pavor del caminante más que fiero león en claro día, o en garganta de monte osa gigante.
Con el incendio de un amor, prendido al turbio sueño de esperanza y miedo, yo voy hacia la mar, hacia el olvido
—y no como a la noche ese roquedo, al girar del planeta ensombrecido—. No me llaméis, porque tornar no puedo.
IV ¡Oh soledad, mi sola compañía, oh musa del portento, que el vocablo diste a mi voz que nunca te pedía!, responde a mi pregunta: ¿con quién hablo?
Ausente de ruidosa mascarada, divierto mi tristeza sin amigo, contigo, dueña de la faz velada, siempre velada al dialogar conmigo.
Hoy pienso: este que soy será quien sea; no es ya mi grave enigma este semblante que en el íntimo espejo se recrea,
sino el misterio de tu voz amante. Descúbreme tu rostro, que yo vea fijos en mí tus ojos de diamante.
Dreams in dialogue I Your form appears to me as in the high country!…My words evoke green fields, plateaus bare and dry, flowering briars, ashen rock. And, obeying memory, dark oaks bud on the hill, poplars by the riverside: the shepherd toils up the slope, a balcony in town is glowing: mine, Ours. Do you see? Towards Aragon, far off the peaks of Moncayo, white and red… Look at the fires of that crimson cloud, and a star in the blue, beloved. Santana Hill, beyond the Duero, Turning dark in evening silence. II You ask why my heart forsakes this place For the sake of the high plateaus, and among farming, and sea-going folk, I sigh for Castilian wastes? No one elects his love. My fate led me one day to the grey barrens, where cold snows in falling veil the long-dead oak tree shadows. From a slice of Spain, high and rocky, A ragged branch of rosemary, I bring flowery Guadalquiver, to you. My heart’s where it was born, not to life I mean, but to love, beside the Duero… …The pointed cypress, the wall all white! III Lady, the embers of the evening part the dark clouds of the storm paint on the ashen stony form of some far hill, the glow of morning. Dawn congealing on cold stone, in the traveller’s heart striking fear, more than, at midday, a mountain lion, or in some deep gorge, a giant bear. Caught, with the flame of one passion, in a clouded dream of hope and fear I go to the sea, towards oblivion –and not like night-bound masses here rocks darkened by the earth’s rotation –. Don’t call to me: I shan’t reappear.
IV Oh solitude, my sole companion, muse of marvels, that gave my voice the word unasked for, answer my question! Who is this now with whom I talk? Away from the noisy masquerade My friendless sadness turns, lady, with you, you of the veiled face, always veiled to speak with me. And I think: that I am who I am, to me that’s no great puzzle, to be the shape created in the inner mirror, it’s the mystery rather of your loving voice: show your face, so that your eyes of diamond I might see, your diamond eyes fixed on me in space.
Translated by A. S. KlineEtiquetas: Antonio Machado |