Iglesia abandonada
(Balada de la gran guerra)
Yo tenía un hijo que se llamaba Juan. Yo tenía un hijo. Se perdió por los arcos un viernes de todos los muertos. Le vi jugar en las últimas escaleras de la misa y echaba un cubito de hojalata en el corazón del sacerdote. He golpeado los ataúdes. ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! Saqué una pata de gallina por detrás de la luna y luego comprendí que mi niña era un pez por donde se alejan las carretas. Yo tenía una niña. Yo tenía un pez muerto bajo la ceniza de los incensarios. Yo tenía un mar. ¿De qué? ¡Dios mío! ¡Un mar! Subí a tocar las campanas, pero las frutas tenían gusanos. y las cerillas apagadas se comían los trigos de la primavera. Yo vi la transparente cigüeña de alcohol mondar las negras cabezas de los soldados agonizantes y vi las cabañas de goma donde giraban las copas llenas de lágrimas. En las anémonas del ofertorio te encontraré, ¡corazón mío!, cuando el sacerdote levanta la mula y el buey con sus fuertes brazos, para espantar los sapos nocturnos que rondan los helados paisajes del cáliz. Yo tenía un hijo que era un gigante, pero los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de cielo. Si mi niño hubiera sido un oso, yo no temería el sigilo de los caimanes, ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles para ser fornicado y herido por cl tropel de los regimientos. ¡Si mi niño hubiera sido un oso! Me envolveré sobre esta lona dura para no sentir el frío de los musgos. Sé muy bien que me darán una manga o la corbata; pero en el centro de la misa yo romperé el timón y entonces vendrá a la piedra la locura de pingüinos y gaviotas que harán decir a los que duermen y a los que cantan por las esquinas: él tenía un hijo. ¡Un hijo! ¡Un hijo! ¡Un hijo que no era más que suyo, porque era su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo!
Abandoned church
(Ballad of the great war)
I had a son whose name was John. I had a son. Friday of All Soul’s he was lost in the arches. I saw him playing on the uppermost steps of the Mass and he lowered a tin bucket into the heart of the priest. I pounded on the coffins. My son! My son! My son! I pulled a hen’s leg from behind the moon and soon realized that my girl had become a fish by where the carts move into the distance. I had a girl. I had a dead fish under the ash of the censers. I had a sea. Of what? My God! A sea! I climbed up to ring the bells, but the fruits were wormy, and the snuffed-out matches ate the spring wheat. I saw the transparent stork of alcohol pick clean the black heads of dying soldiers and I saw the rubber cabins where the revolving goblets overflowed with tears. I will find you in the Eucharist’s gift of anemones—my heart!— when the priest lifts the mule and the ox with his strong arms, to frighten the nocturnal toads that roam the frozen landscapes of the chalice. I had a son who was a giant, but the dead are more powerful and can devour pieces of sky. If my boy had been a bear, I would not have feared the crocodile’s stealth, or seen the sea lashed to the trees to be ravaged and bled by a rabble of troops. If my boy had been a bear! I will lie down and wrap myself in this hard canvas to not feel the cold of the mosses. I know very well I will be given shirt sleeves or a necktie; but in the middle of Mass I will break the rudder and then the insanity of penguins and gulls will come to the stone and make those who sleep and sing on street corners say: he had a son. A son! A son! A son!
Translated by Jim Doss Etiquetas: Federico García Lorca |