Rubén Darío -Cantos de vida y esperanza- I. Yo soy aquel...- |
jueves, 14 de septiembre de 2006 |
Cantos de vida y esperanza
A José Enrique Rodó
I. Yo soy aquel...
Yo soy aquel que ayer no más decía el verso azul y la canción profana, en cuya noche un ruiseñor había que era alondra de luz por la mañana.
El dueño fuí de mi jardín de sueño, lleno de rosas y de cisnes vagos; el dueño de las tórtolas, el dueño de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopollita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinitas.
Yo supe de dolor desde mi infancia, mi juventud... ¿fue juventud la mía? Sus rosas aún me dejan la fragancia... una fragancia de melancolía...
Potro sin freno se lanzó mi instinto, mi juventud montó potro sin freno; iba embriagada y con puñal al cinto; si no cayó, fué porque Dios es bueno.
En mi jardín se vió una estatua bella; se juzgó de mármol y era carne viva; un alma joven habitaba en ella, sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida, ante el mundo, de manera que encerrada en silencio no salía, sino cuando en la dulce primavera era la hora de la melodía...
Hora de ocaso y de discreto beso; hora crepuscular y de retiro; hora de madrigal y de embeleso, de "te adoro", de "¡ay!" y de suspiro.
Y entonces era en la dulzaina un juego de misteriosas gamas cristalinas, un renovar de notas del Pan griego y un desgranar de músicas latinas.
Con aire tal y con ardor tan vivo, que a la estatua nacían de repente en el muslo viril patas de chivo y dos cuernos de sátiro en la frente.
Como la Galatea gongorina me encantó la marquesa varleniana, y así juntaba a la pasión divina una sensual hiperestesia humana;
todo ansia, todo ardor, sensación pura y vigor natural; y sin falsía, y sin comedia y sin literatura...: Si hay un alma sincera, ésa es la mía.
La torre de marmil tentó mi anhelo; quise encerrarme dentro de mí mismo, y tuve hambre de espacio y sed de cielo desde las sombras de mi propio abismo.
Como la esponja que la sal satura en el jugo del mar, fué el dulce y tierno corazón mío, henchido de amargura por el mundo, la carne y el infierno.
Mas, por la gracia de Dios, en mi conciencia el Bien supo elegir la mejor parte; y si hubo áspera hiel en mi existencia, melificó toda acritud el Arte.
Mi intelecto libré de pensar bajo, bañó el agua castalia el alma mía, peregrinó mi corazón y trajo de la sagrada selva la armonía.
¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda emanación del corazón divino de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda fuente cuyo virtud vence al destino!
Bosque ideal que lo real complica, allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela; mientras abajo el sátiro fornica, ebria de azul deslíe Filomela.
Perla de ensueño y música amorosa en la cúpula en flor del laurel verde, Hipsipila sutil liba en la rosa, y la boca del fauno el pezón muerde.
Allí va el dios en celo tras la hembra, y la caña de Pan se alza del lodo; la eterna vida sus semilas siembra, y brota la armonía del gran Todo.
El alma que entra allí debe ir desnuda, temblando de deseo y fiebre santa, sobre cardo heridor y espina aguda: así sueña, así vibra y así canta.
Vida, luz y verdad, tal triple llama produce la interior llama infinita. El Arte puro como Cristo exclama: ¡Ego sum lux et veritas et vita!
Y la vida es misterio, la luz ciega y la verdad inaccesible asombra; la adusta perfección jamás se entrega, y el secreto ideal duerme en la sombra.
Por eso ser sincero es ser potente; de desnuda que está, brilla la estrella; el agua dice el alma de la fuente en la voz de cristal que fluye de ella.
Tal fué mi intento, hacer del alma pura mía, una estrella, una fuente sonora, con el horro de la literatura y loco de crepúsculo y de aurora.
Del crepúsculo azul que da la pauta que los celestes éxtasis inspira, bruma y tono menor ¡toda la flauta!, y Aurora, hija del Sol ¡toda la lira!
Pasó una piedra que lanzó una honda; pasó una flecha que aguzó un violento. La piedra de la honda fué a la onda, y la flecha del odio fuése al viento.
La virtud está en ser tranquilo y fuerte; con el fuego interior todo se abrasa; si triunfa del rencor y de la muerte, y hacia Belén... ¡la caravana pasa!
Songs of life and hope
To José Enrique Rodó
I. I am the singer...
I am the singer who of late put by The verse azulean and the chant profane, Across whose nights a rossignol would cry And prove himself a lark at morn again.
Lord was I of my garden-place of dreams, Of heaping roses and swan-haunted brakes; Lord of the doves; lord of the silver streams, Of gondolas and lilies on the lakes.
And very eighteenth century; both old And very modern; bold, cosmopolite; Like Hugo daring, like Verlaine half-told, And thirsting for illusions infinite.
From childhood it was sorrow that I knew; My youth-was ever youth my own indeed?- Its roses still their perfume round me strew, Their perfume of a melancholy seed-
A rainless colt my instinct galloped free, My youth bestrode a colt without a rein; Intoxicate I went, a belted blade with me; If I fell not-'twas God who did sustain.
Within my garden stood a statue fair, Of marble seeming, yet of flesh and bone; A gentle spirit was incarnate there Of sensitive and sentimental tone.
So timid of the world, it fain would hide And from its walls of silence issue not, Save when the Spring released upon its tide The hour of melody it had begot-
The hour of sunset and of hidden kiss; The hour of gloaming twilight and retreat; The hour of madrigal, the hour of bliss, Of "I adore thee" and "Alas" too sweet.
And 'mid the gamut of the flute, perchance, Would come a ripple of crystal mysteries, Recalling Pan and his glad Grecian dance With the intoning of old Latin keys,
With such a sweep, and ardor so intense, That on the statue suddenly were born The muscled goat-thighs shaggy and immense, And o the brow the satyr's pair of horn.
As Gongora's Galatea, so in fine The fair marquise of Verlaine captured me; And so unto the passion half divine Was joined a human sensuality;
All longing and all ardor, the mere sense And natural vigor; and without a sign Of stage effect or literature's pretence- If there is ever a soul sincere-'tis mine.
The ivory tower awakened my desire; I longed to enclose myself in selfish bliss, Yet hungered after space, my thirst on fire For heaven, from out the shades of my abyss.
As with the sponge the salt sea saturates Below the oozing wave, so was my heart,- Tender and soft,-bedrenched with bitter fates That world and flesh and devil here impart.
But through the grace of God my conscience Elected unto good its better part; If there were hardness left in any sense It melted soft beneath the touch of Art.
My intellect was freed from baser thought, My soul was bathed in the Castalian flood, My heart a pilgrim went, and so I caught The harmony from out the sacred wood.
Oh, sacred wood! Oh, rumor, that profound Stirs from the sacred woodland's heart divine! Oh, plenteous fountain in whose power is wound And overcome our destiny malign!
Grove of ideals, where the real halts, Where flesh is flame alive, and Psyche floats; The while the satyr makes his old assaults, Loose Philomel her azure drunken throats.
Fantastic pearl and music amorous Adown the green and flowering laurel tops; Hypsipyle stealthily the rose doth buss; And the faun's mouth the tender stalking crops.
There were the god pursues the flying maid, Where springs the reed of Pan from out the mire, The Life eternal hath its furrows laid, And wakens the All-Father's mystic choir.
The soul that enters there disrobed should go A-tremble with desire and longing pure Over the wounding spine and thorn below, So should it dream, be stirred, and sing secure.
Life, Light and Truth, as in a triple flame Produce the inner radiance infinite; Art, pure as Christ, is heartened to exclaim; I am indeed the Life, the Truth, the Light!
The Life is mystery; the Light is blind; The Truth beyond our reach both daunts and fades; The sheer perfection nowhere do we find; The ideal sleeps, a secret, in the shades.
Therefore to be sincere is to be strong. Bare as it is, what glimmer hath the star; The water tells the fountain's soul in song And voice of crystal flowing out afar.
Such my intent was,-of my spirit pure To make a star, a fountain music-drawn, With horror of the thing called literature- And mad with madness of the gloam and dawn.
Of the blue twilight, such as gives the world Which the celestial ecstasies inspires, The haze and minor chord,-let flutes be heard! Aurora, daughter of the Sun,-sound, lyres!
Let pass the stone if any use the sling; Let pass, should hands of violence point the dart. The stone from out the sling is for the waves a thing; Hate's arrow of the idle wind is part.
Virtue is with the tranquil and the braves; The fire interior burneth well and high; Triumphant over rancor and the grave, Toward Bethlehem-the caravan goes by!
Translated by Thomas WalshEtiquetas: Rubén Darío |
posted by Bishop @ 11:00 |
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