Sobre mi mala educación
¿Cuál es el cuál, cuál es el cómo?
¿Quién sabe como conducirse?
¡Qué naturales son los peces!
Nunca parecen inoportunos.
Están en el mar invitados
y se visten correctamente
sin una escama de menos,
condecorados por el agua.
Yo todos los días pongo
no sólo los pies en el plato,
sino los codos, los riñones,
la lira, el alma, la escopeta.
No sé que hacer con las manos
y he pensado venir sin ellas,
¿pero dónde pongo el anillo?
¡Qué pavorosa incertidumbre!
Y luego no conozco a nadie.
No recuerdo sus apellidos.
- Me parece conocer a Ud.
- No es Ud. un contrabandista?
- Y Ud., señora, ¿no es la amante
del alcohólico poeta
que se paseaba sin césar,
sin rumbo fijo por las cornisas?
- Voló porque tenía alas.
- Y Ud. continúa terrestre.
- Me gustaría haberla entregado
como india viuda a un gran brasero,
¿no podríamos quemarla ahora?
¡Resultaría palpitante!
Otra vez en una Embajada
me enamoré de una morena,
no quiso desnudarse allí,
y yo se lo increpé con dureza:
estás loca, estatua silvestre,
¿cómo puedes andar vestida?
Me desterraron duramente
de ésa y de otras reuniones,
si por error me aproximaba
cerraban ventanas y puertas.
Anduve entonces con gitanos
y con prestidigitadores,
con marineros sin buque,
con pescadores sin pescado,
pero todos tenían reglas,
inconcebibles protocolos
y mi educación lamentable
me trajo malas consecuencias.
Por eso no voy y no vengo,
no me visto ni ando desnudo,
eché al pozo los tenedores,
las cucharas y los cuchillos.
Sólo me sonrío a mí solo,
no hago preguntas indiscretas
y cuando vienen a buscarme,
con gran honor, a los banquetes,
mando mi ropa, mis zapatos,
mi camisa con mi sombrero,
pero aun así no se contentan:
iba sin corbata mi traje.
Así para salir de dudas
me decidí a una vida honrada
de la más activa pereza,
purifiqué mis intenciones,
salí a comer conmigo solo
y así me fui quedando mudo.
A veces me saqué a bailar,
pero sin gran entusiasmo,
y me acuesto solo, sin ganas,
por no equivocarme de cuarto.
Adiós, porque vengo llegando.
Buenos días, me voy deprisa.
Cuando quieran verme ya saben:
búsquenme donde no estoy
y si les sobra tiempo y boca
pueden hablar con mi retrato.
On my bad education
Which is which, which is how?
Who knows how to behave?
How natural fish seem!
They never appear to be out of order.
In the sea, they look like guests,
And always dress correctly,
Never a scale too few,
Decorated by the water.
But I – every day I put
Not only my feet on my plate
But my elbows too, and my kidneys,
My lyre, my soul and my shotgun.
I don’t know what to do with my hands,
And have thought of coming without them,
But where do I put my ring?
What feeble uncertainty!
And ultimately, I know no one.
I don’t remember names.
- You seem familiar to me.
- Are you not a smuggler?
- And you, Madam, aren’t you the lover
Of the alcoholic poet
Who walked and walked endlessly,
Aimlessly over the rooftops?
-He flew because he had wings.
-And you go on being earthbound.
-I should like to have delivered her
like an Indian widow to a great furnace.
Could we not burn her now?
It would be breathtaking!
Another time in an Embassy,
I fell in love with a brunette.
She would not undress there
And I was rough on her-
Are you mad, my wild statue,
How can you move in your clothes?
They banished me brutally
From that and from other gatherings,
And if by mistake I approached,
They closed windows and doors.
I went then with gypsies
And with magicians,
Sailors without ships,
Fishermen with no fish,
But all of them had their rules,
Unyielding protocol,
And my wretched education
Brought me to a bad end.
So I neither go nor come
Neither dress nor walk naked.
In the well, I dropped the forks,
The spoons and the knives.
I smile only at myself,
Never ask indiscreet questions,
And when they come to bring me
To banquets, with great pomp,
I send my clothes-my shoes,
My shirt and my hat-
But even that does not please them;
My suit forgot its tie.
So, to be free of doubts,
I settled for an honorable life,
As actively lazy as possible.
I purified my intentions,
Went out to dine along with myself,
And so I left, keeping my silence.
Sometimes I asked myself to dance
But without much enthusiasm,
And I bedded along, not wanting to,
So as not to mistake my room.
Goodbye, because here I am arriving.
Good morning, I’m off in a hurry.
When they wish to see me, now they know-
They must look for me where I am not,
And if they have voice and time left over,
They can have a talk with my portrait.
Translated by Alastair Reid
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