Muertes de Buenos Aires
II. La Recoleta
Aquí es pundonorosa la muerte
aquí es la recatada muerte porteña,
la consanguínea de la duradera luz venturosa
del atrio del Socorro
y de la ceniza minuciosa de los braseros
y del fino dulce de leche de los cumpleaños
y de las hondas dinastías de los patios.
Se acuerdan bien con ella
esas viejas dulzuras y también los viejos rigores.
Tu frente es el pórtico valeroso
y la generosidad de ciego del árbol
y la dicción de pájaros que aluden, sin saberla, a la muerte
y el redoble, endiosador de pechos, de los tambores
en los entierros militares;
tu espalda, los tácitos convetillos del norte
y el paredón de las ejecuciones de Rosas.
Crece en disolución bajo los sufragios de mármol
la nación irrepresentable de los muertos
que se deshumanizaron en tu tiniebla
desde que María de los Dolores Maciel, niña del Uruguay
-simiente de tu jardín para el cielo-
se durmió, tan poca cosa, en tu descampado.
Pero yo quiero demorarme en el pensamiento
de las livianas flores que son tu comentario piadoso
-suelo amarillo bajo las acacias de tu costado,
flores izadas a conmemoración en tus mausoleos-
y el porqué de su vivir gracioso y dormido
junto a las terribles reliquias de los que amamos.
Dije el enigma y diré también su palabra:
siempre las flores vigilaron la muerte,
porque siempre los hombres incomprensiblemente supimos
que su existir dormido y gracioso
es el que mejor puede acompañar a los que murieron
sin ofenderlos con soberbia de vida,
sin ser mas vida que ellos.
Buenos Aires deaths
II. La Recoleta
Death is an affair of honor here,
a demure seaport death,
kith of lasting blessed light
from the Socorro's cloister
and the minutial ash of braziers
and fine sweet birthday milk
and deep dynasties of yards.
They go well with you
old sweetness old rigor.
Your brow is the valorous portico
and a tree's blind generosity
and birds discussing, all unknowing, death
and ruffles, enthusing breasts, of drums
in the military plots;
your shoulder, the tacit conventicles of the North
and the wall of Rosas's executioners.
Feeding on dissolution with marble suffrage
the unrepresentable dead
dehumanized in your darkness
since Maria de los Dolores Maciel, daughter of Uruguay
sown here for heaven
slept, so little, in your open country.
I would pause a moment,
your pious commentary of frilly flowers
yellow soil under the acacias,
commemorative flowers hoisted in your crypts
sleepy and graceful stays for what reason
joined to the terrible relics of those we love?
Problem posed and answer:
Flowers always watch the dead,
because we know uncomprehendingly
that their sleepy and graceful existence
is the best to go with them
without offense of living,
without being more alive than they.
Translated by Christopher Mulrooney
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