miércoles, 8 de junio de 2005

Gabriela Mistral -La oración de la maestra-

La oración de la maestra

A César Duayen

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.

Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.

Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.
(...)


The teacher's prayer

To César Duayen

Lord, you who taught, forgive me that I teach; forgive me that I bear the name of teacher, the name you bore on earth.

Grant me such devoted love for my school that not even beauty's flame will detract from my faithful tenderness.

Master, make my fervor longlasting and my disillusion brief. Uproot from me this impure desire for justice that still troubles me, the petty protest that rises up within me when I am hurt. Let not the incomprehension of others trouble me, or the forgetfulness of those I have taught sadden me.

Let me be more maternal than a mother; able to love and defend with all of a mother's fervor the child that is not flesh of my flesh. Grant that I may be successful in molding one of my pupils into a perfect poem, and let me leave within her my deepestfelt melody that she may sing for you when my lips shall sing no more.

Make me strong in my faith that your Gospel is possible in my time, so that I do not renounce the daily battle to make it live.

Let your luminous radiance descend upon my modest school as it did upon the barefoot children who surrounded you.

Make me strong even in my weakness as a woman, and particularly as a poor woman. Make me scorn all power that is not pure, and all duress that is not your flaming will upon my life.
(...)

Translated by Doris Dana

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